martes, noviembre 01, 2005

Monopoly

Todos ustedes conocerán el Monopoly, el famoso juego de tablero creado por los hermanos Parker. Yo, por de pronto, lo tengo y lo uso casi a diario.

Parece un simple juego inofensivo e intrascendente pero no debemos perder de vista que en él se plasma toda una interpretación de la sociedad capitalista en la que vivimos. En algunos aspectos, esa representación me parece acertada, en otros no.

Lo que me parece muy correcto de este juego es que, dado que el objetivo primordial en una partida de Monopoly consiste en crear un monopolio, introduce la noción de que, en un mercado totalmente liberal, no se van a dar los supuestos beneficios de la libre competencia entre los empresarios. Esto es así puesto que el libre mercado genera por sí mismo las condiciones para su propia desaparición, lo hace en su tendencia a la concentración del capital y a la formación de oligopolios. Los empresarios se van “comiendo” unos a otros, dejando cada vez menos margen para competir. A medida en que más se concentra una determinada industria bajo una misma empresa, decrecen los costos marginales por cada nueva unidad producida, debido a que los enormes costos fijos (es decir, independientes del nivel de producción) se distribuyen en una cantidad mayor de unidades producidas. De aquí surge que se vuelve cada vez más difícil para nuevos emprendedores reclamar una porción del mercado, puesto que lo dicho anteriormente significa que la concentración genera las condiciones para una concentración aún mayor.

El aspecto con el que no coincido es que, al completar cada vuelta por el tablero, se cobran 200 $ en concepto de salario, una suma de dinero considerablemente elevada, que todo jugador espera ansiosamente para poder seguir capitalizándose. Ahora bien, el mensaje inherente es que todo asalariado perfectamente podría convertirse no sólo en un empresario, sino incluso en un monopolista, y sólo haría falta para lograrlo el hecho de invertir astutamente el dinero obtenido en concepto de salarios. De más está decir que los hermanos Parker han omitido el hecho de que un asalariado deberá usar su limitado ingreso para adquirir sus medios de subsistencia, que serán mas o menos costosos según el grado de formación profesional y la calidad de vida que precisa ese trabajador para ofrecer determinadas cualidades productivas, pero no será mucho lo que le quede como para poder comprar las cosas que se adquieren en el Monopoly con ese dinero: terrenos, trenes, servicios públicos y también edificar casas y hoteles.

¿Alguno de ustedes seguiría concurriendo al mercado laboral para ofrecer sus servicios a algún empresario, teniendo la posibilidad de convertirse en millonario y dejar a su dinero producir aún más dinero? Lo dudo mucho.

2 comentarios:

Maxi Smith dijo...

Bueno, es un juego. Lo del salario se da ya que la unica ganancia que proviene de los lotes es cuando un jugador cae en ellos, olvidandose del resto del mundo. Sni no hay jugadores has ganado peero no puedes conseguir mas plata a no ser por la vuelta.

Me parece un exelente análisis pero el juego dista mucho de representar la economia en su plenitud... Igual es un articulo interesante y divertido

Bauer dijo...

Naturalmente coincido en que un juego no es un análisis exhaustivo de las relaciones económicas de una sociedad capitalista. No obstante, el Monopoly trasmite, en los aspectos señalados, determinadas apreciaciones que son funcionales a la forma en que se legitima el poder empresario.

Indudablemente no es lo mismo decir: “yo soy millonario porque mi familia lo era y, simplemente he heredado toda una fortuna”; que decir: “la fortuna que tengo es en virtud de mi talento, porque la sociedad requiere de mí para que las cosas marchen y es mucho lo que hago y lo que hace mi familia para tener esto”.

En el mundo idealizado desde los anteojos del millonario, vivimos en una sociedad que ya es igualitaria por cuanto no hay ninguna barrera legal para que un pobre se convierta en millonario y donde los ricos son ricos debido a su superioridad en relación al resto de la sociedad, debido a que sus talentos son tales que casi no habría otras personas en condiciones de desempeñar la función de administrar el proceso productivo.

No se consideraría en este tipo de apreciaciones que los pobres son mayoritariamente pobres por haber nacido pobres. Tampoco se consideraría que, incluso el hecho de no poseer grandes talentos tampoco sería una causa que justifique la miseria en que viven millones de personas.

No olvidemos que, para la mayoría de las personas, su cosmovisión no es tanto producto de su meditación e investigación, sino más bien de las limitaciones propias de la clase social en que les tocó nacer. El millonario generalmente verá el mundo con las miserias propias de un millonario y el pobre verá todo con los condicionamientos que le son propios. La única subclase que normalmente desarrolla la capacidad para ver más allá la cultura social en la que se crió es la de los intelectuales, pero digo normalmente puesto que incluso hay casos donde aparentes intelectuales tampoco lo logran y se limitan a dar respuestas prejuiciosas y simplistas a las conflictividades a las que está expuesta la clase social a la que originalmente pertenecen.