domingo, noviembre 27, 2005

¿Somos idealistas?


¿Alguna vez les han dicho que el planteo que estaban formulando era idealista? A mí sí, y no me alegra, esto se debe a lo que están queriendo significar con esa expresión tan usual. Se usa comúnmente el calificativo “idealista” para señalar aquello opuesto a lo pragmático y, de más está decir que, quienes definen a alguien de ese modo, no lo suelen hacer en una perspectiva positiva.

El idealismo estaría condenado a fracasar frente al pragmatismo, creo que no hace falta explicar por qué. A esto se debe que se estaría usando esta palabra como un eufemismo para decir: “usted es un imbécil que habla de cosas inciertas/irrealizables, y yo, en contraposición a usted, soy el pragmático” (es decir, el que tiene la razón, el que habla de aquello verdaderamente posible).

Sólo un mentecato se definiría como alguien falto de pragmatismo para proponer caminos alternativos. Es decir que la palabra idealista se usaría esencialmente para descalificar al otro.

Algo similar sucedería cuando se habla de si un conocimiento, en el marco de las ciencias sociales, es científico o no lo es. Yo les pregunto: ¿a qué otro cuerpo de ideas pretenden descalificar al autoproclamarse científicos? Esto lo digo puesto que, en las ciencias que analizan la conducta humana, no hay relaciones axiomáticas, más allá de que se pretendan adornar las tesis postuladas con algunos artilugios estadísticos. Pese a esta peculiaridad, existen muchas personas que sostienen que sus interpretaciones sobre el ser humano y su conducta son altamente científicas. ¿Con qué derecho proclaman esto?, o quizás habría que preguntarse ¿Con qué intencionalidad?

También me envenena el hecho de que se difunda un modo de pensar que plantea que todo lo que contiene un tinte de contracultura proviene de gente “joven e idealista”. Insultan a todos aquellos que diariamente resisten, desde sus barricadas, contra una ideología neoliberal que empuja a millones de personas a la miseria y, a veces, a la muerte. Lo que están queriendo decir es que todo aquel que no simpatiza con lo establecido es un simple idealista y, por lo tanto, no merece ser tenido en cuenta. ¡Es una fórmula muy funcional a algunas personas! Se olvidan que, más de una vez, las ideas de aquellos supuestos idealistas se han llegado a convertir en la nueva hegemonía ideológica.

Para redondear el asunto, quiero agregar las definiciones de diccionario:

Idealista: que propende a representarse las cosas de una manera ideal.

Ideal: que no existe sino en el pensamiento-conjunto de ideas o de creencias de alguien

En la segunda acepción queda claro que idealista no necesariamente ha de significar lo opuesto a pragmático, pero es éste el modo en que generalmente se usa la palabra. Me atrevería incluso a decir que, a veces, aquellos que dicen ser idealistas (en el sentido de que siguen un determinado conjunto de ideas) se están convirtiendo “un gol en contra”, puesto que el prejuicio generalizado tiende a apuntar más bien al uso de esta palabra que se destaca en este artículo (persona que propende a representarse las cosas de una manera que no existe sino en su pensamiento).

Así que cuando Mariano Grondona vuelva a invocar la palabra idealista, sepamos que estará tratando de descalificar a la persona que a él se le haya ocurrido poner en el banquillo de acusados, en el cual nunca pondrá a aquellos que, bien sabemos, son de su mayor simpatía: Menem, Macri, Lopez Murphy, Cavallo, Patricia Bullrich, y cualquier otro que sea “derecho y argentino”.

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