"Yo digo que ambos somos ateos. Yo sólo creo en un dios menos que tú. Cuando entiendas porqué tú deshechas todos los otros posibles dioses, entonces entenderás porqué yo deshecho el tuyo".
Stephen F. Roberts
Muchas veces defendí y sigo sosteniendo aún, que la religión, cualquiera sea esta, entre las muchas formas, colores y adornos que intenten diferenciarlas, tiene su base y esencia en la manipulación.
Históricamente, los grandes sacerdotes, chamanes, clérigos y demás líderes religiosos explicaban todas y cada una de las vicisitudes de la vida a través de dios. El valor de su palabra podía desestabilizar a los líderes temporales (reyes, príncipes y emperadores), es decir a los que llevaban día a día el gobierno de la ciudad, tribu o nación.
No es casual que estos líderes divinos no participaran en las decisiones banales, ni dieran explicaciones ciertas y concisas de los hechos, ni cursos de acción específicos, ya que el basamento de su poder se encuentra no en dios, sino en la irrefutabilidad[1] de sus afirmaciones, la inocontrastabilidad de sus dichos y la improbabilidad de ser descubiertos. Ellos cumplían (y cumplen) el rol de líderes manipuladores de los gobernantes temporales, que cargan sí, con la culpa de lograr o no los objetivos, "siempre que permanezcan fieles a dios" (y al religioso local).
Sin embargo, su poder de explicar los hechos con la frase "es la voluntad de dios" ha menguado en la mayoría de las comunidades, y así la ciencia ha reemplazado, mientras sepa explicar, su rol esclarecedor. El poder de estos personajes es directamente proporcional a la ignoracia que afecta a los pueblos y las personas, su influencia se limita, en general, a los necesitados, los desesperados, así como a los que han sido beneficiados casual o causalmente por la coerción religiosa.
Preguntémonos: ¿Cómo ocurre y se desarrolla el proceso por el que un hecho totalmente incomprobable como el diálogo de una persona con un arbusto en llamas u otras apariciones divinas sea aceptado como verdad por millones de personas en el mundo? Sin dudas, si yo sostuviera y jurara que me ha ocurrido lo mismo, probablemente terminaría como un loco enjaulado y no como líder religioso.
¿Por qué estos hechos reconocidos ocurren con tan poca frecuencia desde hace varias décadas?
El ser humano puede jactarse de que la ciencia explica cada día más fenómenos. Ahora bien, ¿por qué hay menos milagros? ¿Nos ha olvidado dios? ¿Por qué casi han desaparecido los exorcismos? La respuesta no es compleja ni confusa, es directa: Porque existe la explicación científica para que una zarza comience a arder en un desierto, o que un niño tiemble y despida espuma por la boca.
Pero la cuota de mercado no está totalmente perdida, y es así que el ámbito de los hechos todavía inexplicables, como la curación milagrosa de un tumor o la cura de parkinson de un anciano, son las actuales trincheras de la religión frente a la avanzada de la ciencia. Por esto es que todo lo que no es ciencia será su ámbito, y para que un fenómeno sea milagro no debe poder ser explicado científicamente[2]. Lo cual, sabiendo que la ciencia avanza, nos remite a pensar que existen infinidad de milagros antiguos que hoy no lo serían. Cuántos "milagros" dieron justificación y méritos a "santos"[3] que nunca lo fueron.
¿Por qué los entes reguladores de estos fenómenos suelen ignorar las persistentes apariciones, milagros, lágrimas y comunicaciones que, algunos sostienen, ocurren en algún pueblo o paraje semi-civilizado?
Las religiones que persisten[4], una vez enraizadas y asentadas sus creencias en una sociedad, comienzan a establecer ordenamientos y regulaciones, normas y leyes, unificación de criterios, se realizan reuniones, concilios y sínodos para discutir la esencia del ser supremo, el uso del preservativo o la conveniencia de la circuncisión. Se decide qué puede o no hacerse, pero sobre todo, se desea determinar quién puede hablar por dios, entenderlo e interpretarlo, ya que aquí se encuentra el poder.
Este es el último objetivo al que aspiran todas las religiones, obtener poder terrenal a través del poder “divino”, maximizar la capacidad de influenciar monopolizando una carencia, la carencia de sentido común.
[1] no existe forma de probar la existencia o inexistencia de dios, por lo que la veracidad o falsedad de los dichos, mandamientos, órdenes y consejos vertidos por este ser "improbable" tampoco pueden ser probados o refutados.
[2] http://es.wikipedia.org/wiki/Milagro
[3] Un de los caminos para ser santo es haber realizado milagros (entre otros criterios).
[4] "Un mito es una religión en la que ya nadie cree". James Feibleman
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